viernes, 27 de enero de 2012

La tragicomedia de nuestras ilusiones

Nos mueve el alma que traspasando pájaros que cruzan cielo abierto llega hasta lo más recóndito de nuestros pensamientos y de nuestro corazón.
Nos mueve un Sol que deslumbra cada madrugada entre nubes oníricas grises y escaso aire que inunda la habitación.
Tenemos una fe y una esperanza en lo que no vemos, en lo que no escuchamos, no olemos, no saboreamos, no tocamos.
Esa alma, ese Sol y esa fe nos aislan del mundo terreno con la ilusión de vivir algo más, siempre nuevo.
Sin embargo no existen, se convierten en polvo de estrellas que revolotea sobre nosotros como mariposas alrededor.
De nada sirven los sueños y esas sensaciones que sólo tienen origen en nuestra imaginación.
Porque somos poco perennes, menos transitivos que un verbo.
Somos fugaces, criaturas pequeñas en un Universo infinito.
Nos ahogamos pues, en un vaso de agua y cuando eso sucede nos gusta pensar que nadamos entre violentas olas del mar.

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